No lo haces; conviertes ese amor en una estrella, una que brilla en tu cielo nocturno. Una que puedes contemplar a lo lejos y admirar su brillo, aun si ese brillo ya no ilumina tu camino.
No se deja de amar, pues a ese amor le pertenece una parte de ti, una versión única de ti. Aquel amor fue por el que alguna vez fuiste y, ciertamente, por el que hoy eres.
No se deja de amar, porque ese amor se inmortaliza en el tiempo. Aunque tus días continúen su marcha, alejándote de ese instante, estos te llevarán, tarde o temprano, a nuevos instantes, a donde otras estrellas esperan y donde, tal vez algún día, encuentres una con la que puedas brillar en un cielo solo para los dos.