— Sigues llamando, aun cuando sabes que no te puedo llevar.
— Y tú sigues viniendo, aun cuando sabes que no lo harás.
— Aquí encuentro paz. Todos los demás se aterran al verme; nadie quiere que me acerque. Pero tú, tú abres los brazos y ruegas por mí cuando sabes que no puedes tenerme.
— Es paz lo que yo también busco al llamar. Una que solo tú puedes dar.
— Te aseguro que el día llegará. Pero, vieja amiga, hemos tenido ya esta conversación tantas veces, hemos pasado tantas noches en vela solo hablando tú y yo, que empiezo a anhelar algo más.
— ¿Qué más podrías desear que nuestro conversar?
— He comenzado a desear tu rechazo. Me invade el pensamiento de que, el día en que pueda cumplir mi promesa, mi paz será mayor si tú también huyeras como los demás. Si cuando llegara el día también quisieras quedarte. Si encontraras aquello que hiciera que nunca más volvieras a llamar...