Llegaste en mis días más oscuros, cuando el cielo estrellado no era más que un manto oscuro cubriendo mi mundo.
Tenías un fulgor sin igual. Mi mundo entero podías iluminar. Me hacías sentir vista como ninguna otra luz me hizo sentir. Me brindaste un calor que se convirtió en mi lugar seguro, mi pedazo de luz en medio de la oscuridad.
A tu brillo pronto me quise acercar, quería estar a tu lado, quería brillar con esa misma intensidad, y fue ahí cuando por primera vez lo pude notar, cuando pude ver que detrás de ese brillo había fuego.
Aun así, me quise acercar. Aun cuando cada vez que lo hacía tus llamas dejaban una nueva herida en mí, heridas que sabía tal vez nunca podría curar. Mi corazón a ti se quería entregar, quería a aquella luz llegar, pues seguro lo haría brillar como nunca había podido imaginar.
Ojalá me hubiera podido quedar, pero en cada paso tus llamas no dejaban de lastimar, mi corazón a ti nunca dejaste acercar. Ojalá hubiera sido suficiente para que decidieras tus llamas apagar.
Sigo viendo tu luz a la distancia, tan hermosa y cálida que me sigo queriendo acercar; mas ahora sé que mi desear no es suficiente, eres tú quien también lo debe desear, eres tú quien me tiene que dejar.